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¿Conoces mi último libro?

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Puntos de impunidad.

Ya llevamos casi una semana de carnet por puntos, y aunque las estadisticas dicen que la siniestralidad ha bajado considerablemente en estos seis días, como buena estadística que es, ello significa que es mentira. Durante estos días si bien he visto que la gente ha levantado un poco el pie del acelerador, he continuado viendo gente que se salta los semáforos por el morro, que coge curvas con una mano mientras que en la otra tiene el móvil o aparcando en medio de los pasos de peatones. La impresión que me da es que la cosa ha cambiado bien poco.

Muchas veces he pensado en el porqué la gente tiene esta extraña obstinación en saltarse las más mínimas reglas de tránsito, y aparte del que lo hace por puro entretenimiento, lo que realmente he podido comprobar es que la gente se salta las señales porque obtiene un beneficio directo en hacerlo. La seguridad no tiene cabida cuando hay una ganancia -sobretodo en tiempo-, y esto que es una realidad, no tiene sentido de ser, ya que resulta que quien se salta las reglas está recompensado respecto a quien las sigue. De locos.

Imaginemos que hacemos un trayecto urbano. Si hacemos caso a todas las señales y las respetamos sistemáticamente (semáforos en ámbar, pasos de peatones, velocidades máximas, estacionamientos prohibidos, etc...), a parte del tráfico que podamos encontrar, tardaríamos décadas en llegar a la otra punta de la ciudad (ya no cuento con la presión de los demás conductores para que te saltes todo tipo de señales para poder ir ellos más deprisa). ¿Qué hacer entonces? Pues aprovechar la mínima posibilidad para ir rascando minutos de aquí y de allá, claro, y ello implica saltarse en muchos casos la regla.

En el caso de los semáforos algunas veces es demencial, ya que los hay - y no pocos- que si te los saltas o pasas en ámbar, el conductor puede ir encadenando semáforos en verde, mientras que si los respetas, uno detrás de otro los vas pillando en rojo. El infractor premiado, genial.

Cierto es que los agentes de tráfico, ponen multas por doquier, pero ello es asumido, y sobre todo en los conductores profesionales como un elemento más del tránsito diario. Puedes tener un pinchazo, una avería o una multa, y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. Es, sencillamente, un obstáculo más, que muy de tarde en tarde te toca. Si el saltarse las normas está "recompensado" con una mayor productividad, y sin embargo, está penado relativamente poco dado que el parque móvil es infinitamente superior que las fuerzas de seguridad encargadas de controlarlos, resulta lógico pensar que la gente, cuando se ponga en la carretera, seguirá saltándose a la torera todos los límites impuestos, aún a riesgo de perder los puntos o la vida. Y mientras así sea, la cosa seguirá igual, con sus centenares de muertos y heridos anuales, aunque una fórmula estadística diga que la circulación ha mejorado en un cierto tanto por ciento.

Yo, como buen tonto que soy, seguiré respetando los semáforos, las líneas continuas y los stops, mientras que el de al lado se los salta por las buenas y consigue impunemente llegar bastante antes que yo. Ya se lo encontrarán, me digo.

Pero hay tan pocos que se lo encuentran...

Comentarios

Mr. Hot Potato ha dicho que…
Es que el mundo es injusto...
Anónimo ha dicho que…
¡Hay que joderse! Ya veo que el encadenamiento de semáforos rojos es un mal común en todas las ciudades.
Y, estamos tan acostumbrados al mal comportamiento que, cuando te detienes en un paso de peatones, te expones a que la abuela que cruza te monte la bronca por no parar. Y si le indicas que has parado, encima te llama maleducado...
Yo también confío en que se lo encuentren...

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